El 1 de junio de 2018, siete funcionarios y seis miembros de la Fuerza Aérea quedaron varados a 3800 metros de altura en Catamcarca. Esta es la historia de ese salvataje. Y de una amistad que surgió en condiciones extremas.
El vocero presidencial Ivan Pavlovsky lo tiene muy nítido. Dice que
no sintió miedo porque todo el tiempo pudo apreciar la pericia de los
hombres de la Fuerza Aérea que conducían la nave en medio de la
contingencia. Pero que sí sintió el frío. Frío de montaña. Pesado y
parejo. Un frío doloroso que los castigó durante la noche, que fue
eterna.
Pasaron 20 horas en esa cima, vestidos de “Corrientes y Lavalle”: mocasín, pantalón y saco.
Ni camiseta térmica, ni calzado especial.
Ahí arriba, en esa planicie de cien metros por otros cien, en medio del
pasto chato, bajo el viento implacable y adentro de una nave
convertida en heladera, estaban jugados.
Pero la historia había
empezado como empiezan casi todos los días de rutina de un
presidente (al menos cuando son tranquilos). Desayuno, encuentro con
asesores, helicóptero o avión. Una ciudad por aquí, otra más por allá.
Son días que arrancan en la explanada de Olivos o Casa Rosada y culminan
con retorno al punto de partida. Así casi siempre.
Esta vez, habían ido a Cachi, esa aldea pegada al cielo en la provincia de Salta. Era la época de las reuniones de gabinete itinerantes y esta tocaba con el gobernador Juan Manuel Urtubey y su equipo.
Luego la comitiva debía regresar a Salta capital para una actividad
y partir a las Termas de Río Hondo, en Santiago del Estero, donde al día
siguiente estaba previsto que el presidente inaugurara una cancha de
golf. Cuando estaban por salir a Salta, les dicen que el clima se había
complicado. Ellos veían el cielo sin una nube, pero en algún lugar
llovía hielo.
Macri y Urtubey partieron en el avión de la gobernación. Sin
problemas. Ese mismo avión regresó a Cachi para llevarse a otros cuatro
ministros. Y el resto de los funcionarios decidieron saltearse Salta y
partir en el helicóptero de la Fuerza Aérea a Río Hondo. Dos horas
después, debido a las tremendas condiciones, estaban varados a 3.800
metros de altura, sobre una ladera del Cerro Aconquija, en
Catamarca, sin víveres, sin abrigo, sin chances en lo inmediato de salir
de ese claro entre montañas donde la aeronave había conseguido
aterrizar. Se venía la noche y el frío asomaba como amenaza. Como uno de
los custodios del presidente que iba en el helicóptero tenía un
teléfono satelital, consiguieron dar aviso de lo que había ocurrido. Eso
puso en marcha el operativo de rescate. Y es a partir de ahora cuando
esta historia se desdobla y comienza a suceder en dos tiempos: el tiempo
de los hombres en emergencia y el tiempo de los rescatistas que
se lanzaron bajo la nieve a una trepada desesperante.
Marcos Herrera tiene 41 años. Se expresa de modo pausado. Es el jefe
la División de Operaciones Especiales de la Policía de Catamarca.
Se trata del llamado Grupo Kuntur, que significa cóndor en quechua.
Lo integran 20 personas. Es un homónimo del Grupo Halcón o del GEOF.
Sus miembros están entrenados para situaciones de alta peligrosidad
vinculadas a la guerra contra el narcotráfico. Pero además pueden
escalar montañas como expertos. Es porque en Catamarca las montañas son
inmensas: hay diez que superan los seis mil metros de altura, cuando en
Mendoza, por ejemplo, hay sólo dos (el Aconcagua y el Tupungato).
“Yo estaba trabajando y me informan lo que había pasado -dice Herrera
por teléfono desde San Fernando del Valle de Catamarca-. Recibimos dos
coordenadas que habían logrado enviar desde la montaña. Las pusimos en
Google y establecimos un punto aproximado. Era una zona que conocíamos:
el nevado de Aconquija, específicamente un lugar que se denomina La
laguna, cerca de la quebrada de Agua del Chivo.
Conocemos bien porque todos lo años hacemos un curso de operaciones especiales.
Así seleccionamos a la gente que va a integrar el grupo. Y una de las
etapas es supervivencia en alta montaña en ese mismo lugar”.
El
helicóptero con la comitiva oficial había quedado varado a las cinco de
la tarde. Arriba, el sol se retiraba. Abajo, Herrera y su equipo
comenzaban los preparativos para partir. Eso sucedió recién a las 22.30.
Salieron en dos camionetas rumbo a la localidad de Aconquija, zona de
la minera Bajo la Alumbrera. A la 1.30 de la madrugada llegaron a un
huella de la minera y siguieron en una camioneta 4x4 del intendente
hasta el campamento base desde donde se coordinó el operativo.
Se pusieron a caminar en la oscuridad. Primero por un río. Luego por
la nieve. Al frente de los Kuntur, se puso Jesús Maza, un conocedor de
la zona, de cuerpo macizo. Tenía una función agotadora: romper la nieve y
abrir huella para los que venían detrás. Hacía 20 bajo cero, recuerda
el jefe Herrera. Y caía un granizo parecido a vidrio a molido.
Arriba, la cosa estaba mal.
Pavlovsky recuerda que cerraban los ojos para dormir y por el frío no
lo conseguían. Volvía a abrir los ojos y habían pasado solo cinco
minutos. Cada dos horas encendían el motor de la nave para poder
calentarse.
Y la forma de comer era patética: pasaban una galletita y mordían un poquito cada uno. Lo mismo con el agua. Un sorbito y al siguiente.
Pero el tema era el frío.
"En un momento nos tiramos al piso para
apretarnos uno contra otro y darnos calor. Era terrible. Además había
un viento infernal, un viento que jamás en mi vida quiero volver a oír. Y
también recuerdo que había confites MyM, que eran parte del kit de
supervivencia del helicóptero", recuerda el vocero del presidente.
Además de Pavlovsky, ahí estaban: Alejandro Cecati, jefe de custodia
presidencial; Mariano Lomolino, secretario privado del Presidente;
Isidro Escalante, redes; Guillermo Bernaudo, de la Secretaría de
Agricultura, Ganadería y Pesca; Eduardo Plasensia, de Vialidad Nacional;
y David Sisso, fotógrafo. Además de los seis miembros de las Fuerza
Aérea. Uno de los funcionarios sentía los síntomas del mal de altura:
dolor de cabeza y fatiga. Su estado comenzaba a ser preocupante.
La cuadrilla de Herrera, con Jesús Mazza a la cabeza, mientras tanto
avanzaba. Lento pero constante. Como se camina en la montaña. Y así
finalmente comenzó la claridad. Se empezaron a ver los contornos de
nieve modelados por el viento y el colchón de nubes que los varados
habían visto desde arriba a los Kuntur les quedó en la cabeza. Lo
penetraron y lo cruzaron. Y salieron al sol naciente del día. "Tipo diez
de la mañana, la caminata ya era más suave y cerca de las once vimos
gente que nos hacía señas. Pensamos que eran otros rescatistas, pero los
funcionarios", dice Herrera.
Dice Pavlovsky: "A las 8 de la
mañana salimos de la nave a calentarnos al sol y nos dispersamos en los
cuatro puntos cardinales, por donde podían llegar a aparecer alguien. Es
gracioso: el primero del grupo Kuntur con el que tomamos contacto se
llamaba Jesús".
Lo que pasó después fueron abrazos y café caliente. Un poco
de comida y abrigo. Una camilla improvisada para iniciar la bajada con
el funcionario que se encontraba mal. Herrera esperó que les confirmaran
si la evacuación podía ser aérea, con otro helicóptero. Pero se demoró y
comenzó a bajar. Todos en fila (la foto es conocida).
Cuando
estaban listos para "pinchar" las nubes, cuando estaban a un paso del no
retorno, un ruido en el cielo los hizo dar vuelta. Era el
helicóptero presidencial que venia por ellos. En una maniobra increíble
el H1 aterrizó en el prado. Los funcionarios fueron evacuados por
aire. Los pilotos de la Fuerza Aérea bajaron con los héroes anónimos
del Grupo Kuntur. Era lo lógico: la gente de "Corrientes y Lavalle"
hubiera sido un lastre para los rescatistas y sus mocasines hubieran
demorado el descenso. Volvieron todos sanos y salvos y quedó un grupo de
WhatssApp, que es metáfora de la amistad construida allá en lo alto. Un
vínculo que celebra cada tanto todo: el recuerdo, los nacimientos de
los hijos y también los días patrios. Clarin
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