Eulalia Ares y la Revolución de las Mujeres


Si bien nunca fue Gobernadora de Catamarca, historiadores catamarqueños de fines del siglo XIX y mediados del XX dieron cuenta de su participación en la gesta. El nombre de Eulalia Ares de Vildoza sobresale en ese periodo conflictivo en la política catamarqueña que transcurre entre 1862 y 1868, conocido como la “Noche de los Siete Años”.

Luego del triunfo de Bartolomé Mitre en Pavón, en 1861, se inició un proceso tendiente a imponer en Catamarca un gobierno adicto a Buenos Aires. En ese contexto, y siendo gobernador interino Moisés Omill, en mayo de 1862 se reunió la Asamblea General que debía elegir al tercer gobernador constitucional de Catamarca. La elección fue reñida. El candidato Ramón Rosa Correa se impuso por escasa diferencia sobre Moisés Omill, quien no acató el pronunciamiento de la Asamblea y, valiéndose del poder que ostentaba, produjo una serie de cesantías de comandantes militares de la campaña y jueces partidarios, acusándolos de rebeldía.

Entre esos comandantes militares de la campaña se encontraba José Domingo Vildoza, sobre quien volveremos enseguida. Dividida entonces Catamarca entre omillistas y correístas, el conflicto armado entre las dos facciones del partido liberal no tardó en llegar. Los jefes militares destituidos, vinculados al sector de Correa, se alzaron en armas y se disponían a invadir la ciudad capital. Omill no se quedó quieto y preparó el batallón de guardicárceles más un piquete de línea que llegó desde La Rioja. El Chiflón, al pie de la cuesta de El Portezuelo, fue el espacio donde se enfrentaron. En julio, las tropas de Ancasti y El Alto, comandadas por Vildoza, fueron vencidas por las fuerzas de Omill, quien quedó dueño de la situación política. Dice el historiador Ramón Rosa Olmos que “aparentemente, la oposición había sido reducida a la impotencia, con la prisión o la fuga de sus principales dirigentes. No se imaginó lo que un núcleo de adversarios tramaba a sus espaldas”.

¿Qué se tramaba a espaldas de Moisés Omill? Se tramaba la “Revolución de las Mujeres”. Y aquí aparece en escena Eulalia Ares, la esposa del ya mencionado José Domingo Vildoza. Una de las primeras fuentes que conocemos sobre la “Revolución de las Mujeres” fue escrita por Antonio Zinny y publicada en Buenos Aires en 1882. Dice que “a las doce de la noche (oscura) del 17 al 18 de agosto de 1862, un grupo de hombres, compuesto de 23 individuos al mando de la señora de Vildoza y del ciudadano Daniel Palacios que los encabezaban, armados de fusil aquellos, y éste con un par de pistolas y un estoque, se presentó de improviso en la puerta del cuartel donde estaba un piquete del gobierno…”.

Y continúa con el detalle del movimiento que determinó la huida de Omill. En 1891, el historiador Manuel Soria escribió que “otra de las mayores rarezas de esta época fue la revolución hecha a cierto gobernador que se había excedido en el mando, por una comisión compuesta de varias damas de la alta sociedad. Las belicosas matronas obtuvieron completo triunfo”. Si bien Soria no mencionó el nombre de Eulalia en esa oportunidad, sí lo hizo después, en 1906, cuando afirmó que “por los años 1862 gobernaba Catamarca el señor don Moisés Omill, cuyo mandato hacía tiempo había terminado. En vista de que los hombres nada hacían para que cesara el escándalo, un grupo de damas de las familias de Vildoza y de Ares, organizó una revolución con sus propios recursos; buscaron y encontraron los hombres del pueblo que deberían atacar el Cabildo y en la noche del 17 al 18 de agosto, el golpe se dio con todo éxito”.

Y agregó que una de las mujeres de estas familias, Eulalia Ares de Vildoza, se encontró en la toma de la Casa de Gobierno. Hace cien años, en 1921, el mismo Manuel Soria amplió lo informado anteriormente. Escribió que “las belicosas damas contrataron una veintena de hombres del pueblo, a cuya cabeza púsose la presidenta de la junta revolucionaria, doña Eulalia Ares de Vildosa… Como no era posible que las riendas del poder estuvieran en manos femeninas, doña Eulalia organizó en la mañana del día siguiente un plebiscito de ciudadanos de la Capital para designar gobernador interino, hasta que de Santiago del Estero llegara el pretendiente, don Ramón Correa. Fue electo plebiscitariamente gobernador provisorio don Pedro Cano, quien doce días después resignó el mando en don Ramón Rosa Correa”.

Hemos consultado el Acta Popular fechada el 18 de agosto de 1862, documento que da cuenta de ese plebiscito. El primero que firmó fue el mencionado Daniel Palacios y, entre los “ciudadanos”, todos varones, ubicamos la firma de Benjamín Amanieu, un francés que se había casado en 1858 con María del Carmen Ares, hermana de Eulalia. Este dato, inédito hasta el momento, confirma la vinculación de otros miembros de la familia Ares con este movimiento. Cinco meses después de los sucesos, en enero de 1863, en una nota del periódico “La Libertad”, publicado en Catamarca, se lee que “Omill es uno de esos ambiciosos desenfrenados e incorregibles que todo lo sacrifican a su sed de mando…”. Y que solo “bastó una chispa encendida por una señora para echarlo abajo”.

Eulalia Ares, que seguramente era la señora que encendió la chispa a la que se hacía referencia en esa nota periodística, vivía en la capital de Catamarca cuando se levantó el primer censo nacional, en 1869. Declaró tener 57 años, ser viuda y saber leer y escribir, dato interesante dado el alto analfabetismo en la época, en general, y entre las mujeres en particular. Junto a ella figuran censadas dos hijas y cinco nietos, más el personal doméstico compuesto por dos mucamas, una cocinera y un peón. Años después, en 1878, la encontramos reclamando una indemnización por los daños y perjuicios sufridos “durante la tiranía de Rosas”. Eulalia dictó su segundo testamento en la villa de Ancasti, el 24 de noviembre de 1883. Declaró estar muy enferma y ciega. Menos de siete meses después murió en Ipizca, el 16 de junio de 1884 “en la comunión de Nuestra Santa Madre Iglesia”, de “enfermedad fiebre”. Fue sepultada al día siguiente en el cementerio parroquial del lugar, con oficio menor rezado, tal como pidió en su testamento. La última voluntad de Eulalia Ares de Vildoza empezaba a cumplirse.

*Historiador, Presidente del Centro de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Catamarca.

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