Bodega de San Isidro en Andalgalá, Historia y arquitectura en la hacienda de Malli Primero

Durante los siglos XVII y XVIII en la región del antiguo Tucumán eran muy inestables, donde en diferentes décadas de esos siglos hubo enfrentamientos entre aborígenes y peninsulares o descendientes de estos. En medio de esas circunstancias en 1556 el sacerdote Juan Cedrón, trajo desde el reino de Chile la viña. Una planta diríamos casi venerable por lo que simboliza, sus jugos creaban un marco de sociabilización de camaradería y enemistad, pues el vino era un revelador de sentimientos: amor u odio.

La viña aportaba varios beneficios desde alimento a medicina y por sobre todo en lo espiritual donde el vino cumplía un papel fundamental en el ofertorio o transustanciación de las misas celebradas. El vino era la bebida madre en esos tiempos de la instalación hispana en América y siguió siéndolo en los siglos posteriores. En el Fuerte de Andalgalá, su elaboración se realizaba sin tecnificación, donde la mayoría de las familias poseían parrones al fondo de sus viviendas o bien algunas líneas de rodrigones en sus fincas. En la época de vendimia, las familias con viñedos recolectaban los racimos, los depositaban en un lagar rústico hecho de cuero. Allí, los frutos eran pisados y su jugo extraído se pasaba a vasijas de gran tamaño para su fermentación y después trasegaban a otras vasijas para su estacionamiento.

Con respecto a su producción con fines más económicos, existían algunas familias como Cisneros, Figueroa, previo pago de alcabalas, hacían viajes llevando en sus mulas cargas vino o aguardiente, fuera de la jurisdicción andalgalense. Para mediados del siglo XIX se afinca en Andalgalá, Samuel Alejandro Lafone Quevedo; su objetivo, la explotación minera, cuatro años después ve un segundo negocio: la venta de vino. Este empresario uruguayo adquirió por fuera de la empresa familiar, diversas fincas con plantaciones, en Pomán y en los distritos de Malli Primero y Huaco. Por ejemplo, el 9 de marzo de 1864, Juana Rodríguez, viuda de Santos Nieva y Castilla, le vende a Lafone una finca con viñedos en Pomán, valuada en $1.500. La propiedad contaba con 2.996 cepas y otros árboles frutales, así como edificios y terrenos sin cultivar con regadío. En agosto de 1864 en la villa andalgalense, adquiere otra propiedad con viñedos a Felipa Méndez. Suma a sus propiedades más viñedos, alfalfares, casa y galpones, además de seis y media pajas de agua le adquiere a doña Melchora Rodríguez, viuda de Hipólito Guzmán el 18 de septiembre de 1867. Otra compra se realizó el 24 de marzo de 1868, cuando el maestro Facundo Varela le vende una finca en La Merced de Malli, con 450 plantas de vid, 110 árboles de castilla y dos solares de terreno. (1)

El 12 de agosto de 1882, ante el actuario público José Santerbás, Josefa Núñez de la Rosa de Iturralde, le vendió un majuelo de viña con 1.175 cepas. A lo largo de los años, Lafone adquirió más propiedades, llegando a poseer cerca de 20.000 vides. Además de sus adquisiciones, Lafone comprendía que, para obtener mejores rendimientos y hacer más productivo el negocio, debía mejorar el cuidado de las plantas y asesorarse con profesionales en viticultura. Recomendaba leer los consejos del valenciano Antonio Blanco Fernández, que fuera autor del «Tratado del cultivo de la vid y elaboración de vinos» editado en 1863, o del francés Dr. Jule Guyot, «Cultura de la viña y la vinificación» editado en 1861. Sin embargo, una enorme importancia era contar con caminos adecuados y desde 1871 se aspiraba que llegara el ferrocarril donde se abarataría costos de fletes y carretas además de la velocidad de entrega de aguardiente y vinos a los negocios foráneos, lamentablemente el tren llegó recién en 1910. Más allá de los intereses propios comerciales Lafone mantuvo buenas relaciones con otros viticultores de su tiempo como Cisneros, Durant, Figueroa, Segura, Cléreci y Molina. Para mejorar el proceso de prensado, implementó una prensa diseñada por su amigo Mardoqueo Molina, basada en una prensa de queso, pero con un tornillo reemplazado por un "pie de gato", lo que facilitaba el prensado del orujo. (2)

Lafone poseía dos bodegas, una en su casa particular en el ingenio de Pilciao, que se detalla su ubicación en los planos efectuados en 1869, por el inspector nacional de minas F. Ignacio Rickard.

En 1883 Joel Blamey y Alfred Lafone adquieren en sociedad el Mayorazgo de Huasán, Alfred deja en la administración, a su sobrino Samuel Lafone y este hace una sociedad «Lafone & Blamey» con su cuñado Richard Henwood Blamey dedicándose a la venta de vinos para esos tiempos, Huasán contaba con tres bodegas. La tercera propiedad fue la que hoy tratamos la «Bodega de San Isidro» ubicada en Malli primero y terminada en 1888. El clima en Andalgalá era y es muy particular, dado que, en la región sur del Departamento, la uva madura unas semanas antes que Huasán, Chaquiago, Potrero y La Aguada, aunque también es cierto que esto también depende de la variedad plantada. Según documentos algunas propiedades adquiridas en Huaco y Malli por Lafone poseían casas y depósitos de la cual posiblemente se usaron como lugar de elaboración de vino, aunque su almacenaje y conservación era sin duda, donde poseía sus bodegas en Pilciao o Huasán. Ahora para abaratar el transporte de las barricas a los lugares de almacenamiento y conservación, debía construir una bodega. En 1888 terminó de edificarse bautizándola «San Isidro» en honor al santo patrono de los agricultores, se conoce su nombre, tras un arriendo de su finca en 1893 a dos viticultores Domingo Cléreci y Horacio Gayford. (3)

Esta Construcción poseía una arquitectura rectangular, con una gran nave construida con adobes en los laterales este, oeste y sur, mientras que la fachada norte era de ladrillo cocido. Las paredes, de 0,80 centímetros de espesor revestidas con revoque en el interior y exterior. La altura de la bodega era de 3,5 metros hasta los arcos de las puertas, mientras que tiene 5 metros en su punto más alto de su techo a dos aguas. El frente medía 12,88 metros de ancho y 45,45 metros de largo. Para sostener todo el techo de tejas coloniales, había cinco columnas de ladrillos su medida era de 0,80 centímetros por cara. Sobre estas columnas de material reposaban importantes vigas transversales, probablemente de algarrobo. Para darles más firmezas a las vigas, desde las columnas se pusieron unos soportes de madera, formando como una «Y», lo que permitía sustentar el espacio que había entre las columnas que eran de 8,58 metros. La fachada principal tenía un estilo colonial, con dos puertas de madera de doble hoja con diseño de costilla de pez. Sobre de la puerta un dintel de madera con arco de medio punto elaborado en hierro lizos incrustados en una madera semicircular, simbolizando los rayos del amanecer. Encima del arco, estaban inscritas las siglas SALQ (Samuel Alejandro Lafone Quevedo) y el año de conclusión 1888.

La bodega contaba con seis ventanas en sus laterales para iluminación y ventilación, así como dos ventanas al fondo donde estaban los lagares, también había dos puertas cerca de la última columna al sur de la bodega una de estas puertas conectaba con otras dependencias ubicadas al este y la otra daba hacia las fincas donde estaban los viñedos. En su interior, había cuatro lagares o piletones de 3,46 Largo x 2,5 Ancho y 1,70 alto metros cada uno, utilizados para triturar las uvas y obtener el mosto en su base y al frente norte tenían una salida circular de 200 cm. el mosto se depositaba en otra cámara de la cual de allí se la recogía y ponía en pipas para su fermentación. De acuerdo con la ubicación de la columna no se ha instalado una prensa de viga, pero sí se pudo utilizar una prensa de tornillo tal como Lafone había construido basándose en el invento de Molina, ya que en el lagar tiene unos pequeños espacios donde iría apoyada la madera del prensador, otra acción seria la del pisado. Según el testamento de Lafone en 1920, la bodega albergaba 118 pipas con 1.066 hectolitros de mosto, o sea 106.600 litros, siete toneles y 57 tinas. (4)

En ese año, la bodega fue valuada en $8.000. Tras el fallecimiento de Lafone en 1920, la bodega «San Isidro» pasó a manos de Anita Blamey y su esposo, Thomas Tomkinson. A pesar del tiempo transcurrido, la estructura aún se mantiene en pie, testimonio de una época de esplendor, dedicación y esfuerzo en la historia vitivinícola de Andalgalá.

Texto: Colaboración de Claudio Benjamín Balsa

(1) A.H.C Escribano - Libro Andalgalá serie N° 78 - año 1864-1876
(2) «Las industrias de la Provincia de Catamarca»
(3) A.H.C Escribano - Libro Andalgalá serie N°109 - Escritura.n°1, 19/1/ 1893
(4) A. H. C. Sección Gobierno - Caja 341, Exp. N° 11.693- año 1924 (causa civil – testamento S.A.L.Q). ancasti

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