Tras 75 días de permanecer internado luego de haber sido quemado por el fuego mientras apagaba un incendio forestal en Andalgalá, el brigadista Víctor Ramírez fue dado de alta. El tratamiento representó la experiencia más dura y debió atravesar el intenso dolor de las quemaduras, la imposibilidad de realizar acciones por sus propios medios y ver a su familia sufrir mientras lo acompañaba.
Asegura que “es un milagro estar vivo, pudo haber sido una tragedia”, pero sostiene que sabe que en cada intervención están expuestos y que se encuentran capacitados para evitar que suceda lo que en aquel cerro, a cuatro mil metros de altura en el departamento Andalgalá, puso en riesgo su vida.
El relato de su experiencia de aquel día está teñido de riesgo, sentimientos, impulsos y una protección inexplicable que lo ayudó a salir del fuego y pedir ayuda para ser asistido. A pesar del duro momento continúa pidiendo a la gente que tome conciencia de las consecuencias que genera el fuego en la naturaleza, los animales y el hombre.
El brigadista aún debe realizar tratamientos para rehabilitar las partes de su cuerpo afectadas por el fuego y asegura que una vez que se recupere continuará trabajando en la Brigada de Incendios Forestales de Catamarca para seguir combatiendo incendios en cada intervención en la que deba participar. El encuentro de una dura experiencia y el amor por la profesión.
El momento del milagro
En diálogo con El Esquiú.com, Víctor contó los mementos que franqueó durante el día del accidente y los setenta y cinco días de internación. “Sabemos que corremos ese riesgo en cada requerimiento, nos capacitamos para esto, sabemos lo que podemos hacer y lo que no, siempre esperamos hacer lo mejor, ir a la intervención y volver a nuestras casas a terminar la jornada. Esta vez, se complicó un poco; después de cuatro días de trabajo, de subir al cerro a las 7 de la mañana y empezar a trabajar, el primer cerro en el que trabajamos fue de dos mil de altura y después ascendimos a cuatro mil y luego bajamos a los tres mil donde nos encerró el fuego. Nos cambiaba el viento, varias veces nos hemos pegado sustos con bomberos de varios lugares. Gracias a Dios cuando sucedió el accidente fuimos dos nomás, podríamos haber sido más, fue una desgracia con suerte, así me lo tomo yo...”.
Al recordar el momento en que ocurrió el accidente que puso en riesgo su vida, Víctor cuenta: “Llegábamos con los vehículos y caminábamos 600 metros por el filo del cerro que tenía una quebrada de un costado hasta llegar al peñón de los cerros, estábamos esperando que el fuego ascienda para poder trabajarlo, queríamos cortarlo ahí para que no se nos vaya muy lejos. Trabajamos toda la noche sobre el camino para evitar que el fuego pase, a la mañana llegamos a ese punto y empezamos a trabajar, en un momento nos llaman que bajemos para desayunar hasta que llegue el fuego”.
El brigadista continuó contando que “cuando íbamos bajando para llegar a los vehículos se nos rompió el cinturón térmico, que es donde el aire frío y caliente no se juntan, genera una pequeña línea imaginaria entre los dos aires. Cuando sale el sol a la madrugada el sol lo calienta y una vez que se calienta más, el cinturón térmico se vuelve más fino, no se lo ve al menos que haya una delgada capa de humo. Vimos la cortina de humo que se levantó y fue correr para resguardarnos, el jefe a cargo de la dotación nos dijo “changos corran”. Me frené para hablarlo a mi compañero de Andalgalá que corrió hacia adelante al no escucharme, el incendio produce muchos ruidos, fue ahí cuando vi que el fuego lo devoró, traté de correr hacia atrás y a los diez metros no aguanté la temperatura y procedí a hacer lo que nos dicen en las capacitaciones, pies hacia el fuego en una zona libre y hacer el pequeño pozo para no quemarse las vías respiratorias. Era piedra, solo metí la cara y esperaba las quemaduras en el resto del cuerpo”.
Al ser tomado por el fuego, según comenta el brigadista que hoy se encuentra recuperado en gran parte de sus quemaduras, “para mí es un milagro estar vivo, era el mismísimo infierno. En un momento se vieron llamas de treinta metros y en lugar de bajar las lenguas de fuego que nosotros llamamos, cuando miré era un túnel, las llamas se levantaron, en el medio no había fuego ni humo, estaba limpio, solo era el calor de la temperatura. En ese momento me dije o corrés ahora o ya está. Lo que nos pasó es único, no hay registros de que el cinturón térmico se rompa a las 10 de la mañana, en todos los libros que hay con información siempre die que es desde la una de la tarde en adelante. Mis compañeros dicen que salí del medio de las llamas, yo vi el túnel limpio, mientras corría me sacaba el casco y los guantes que se me derretían”.
Los compañeros cargaron al brigadista y al bombero de Andalgalá, hasta los vehículos que los trasladaron al hospital, el recorrido fue una hora y media, “sentía un dolor increíble, era imposible resistir”, cuenta Víctor.
“Fue muy fuerte darme cuenta de que estaba hecho un monstruo, las manos, la cara y las piernas”. A pesar de haber estado expuesto al límite en medio del fuego, el brigadista espera volver a trabajar en la Brigada de Lucha contra Incendios Forestales.
“Voy a volver, amo mi profesión, me capacito para esto y mi tarea es defender el medio ambiente y evitar que el fuego afecte a la gente. Esto fue solo una dura experiencia de aprendizaje”.
“Sin la familia y los compañeros hubiese sido muy difícil salir”
En su relato, el brigadista destaca el accionar de los profesionales del hospital San Juan Bautista, del área del Quemado y Terapia intensiva; también de sus compañeros de la Brigada, Bomberos de los diferentes cuarteles de la provincia, Defensa Civil y autoridades que manifestaron y brindaron su apoyo.
Un párrafo aparte le dedica a su familia: “Mi mamá, mi hermana, mi pareja, mi cuñado y mi sobrino fueron la parte más importante en la recuperación, ellos estuvieron todos estos días que estuve internado. No fue fácil, tuve mucho dolor y pensamientos de los que pude salir gracias a las palabras y el acompañamiento de mi gente que es incomparable”. El acompañamiento permanente de sus pares brigadistas y bomberos genera emociones en el hombre que puso en riesgo su vida para sofocar el fuego en tierras andalgalenses.
El brigadista también destacó el apoyo de la gente que realizaba cadenas de oración, colaboraciones económicas y que se interesaba por su estado de salud.
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