Irónicos caminos de la historia: recién cuando la calumnia se ensaña con el fiscal Jorge Flores la sociedad puede conocer el determinante papel que cumplió para salvar a Belén de la barbarie antiminera que asuela por estos días Andalgalá. Su modestia le impidió revelar tan heroica conducta hasta ahora, cuando las espadas del jury y la destitución se ciernen sobre su venerable testa, pero la trascendencia de la hora demanda sacrificar las pretensiones personales, esa propensión al anonimato de los verdaderamente grandes, en aras de un bien mayor y colectivo.
Lo comprende Flores cabalmente. Su honra no es tan importante como el destino de los belichos acechados por la amenaza ambientalista. Si es desplazado, advirtió a quienes tienen el tupé de juzgarlo, caerá el último bastión de resistencia a los energúmenos y Belén avanzará indefectiblemente hacia el incendiario horizonte de la insurrección abierto por los andalgalenses.
“No lo digo yo –remarcó ante el tribunal- Hay sectores que dicen: nos vamos a instalar en Belén y nos vamos hacer fuertes”.
Tiembla Occidente. Kennedy, un yuyo al lado de este hombre; la crisis de los misiles, un insignificante episodio que ni a reyerta de centro de estudiantes llega, sobrevalorado por el ron caribeño.
El fiscal reveló que siempre acompañó las políticas mineras diseñadas por la ex gobernadora Lucía Corpacci y su sucesor, Raúl Jalil, asumiendo los riesgos de las maniobras pergeñadas por tenebrosos enemigos. Con coraje forjado en mil batallas libradas en el frente mismo de combate, los desenmascaró sin titubear: el concejal Guillermo Valdez Franco, alias “Changacha”, a quien caracterizó como “un antiminero de naturaleza”; el senador Jorge Solá Jais, que le codicea el puesto seguramente para colocar algún entenado más permeable a sus malignas directivas, acaso –Dios y la Virgen del Valle no lo permitan- algún ambientalista insumiso. Ambos, subversivos infiltrados en el Frente para la Victoria con fines inconfesables.
Sometido a jury, el fiscal de Belén, Jorge Flores, aseguró ser blanco de una conspiración antiminera
Pero los esfuerzos de estos taimados operadores se estrellaron sistemáticamente ante el muro alzado por Flores en la frontera belicha.
"No sé si fue suerte o capacidad, pero logré despejar los cortes de ruta", se subestimó al recordar sus enfrentamientos con piqueteros dispuestos a todo.
¡Cuánta humildad! Poco habrá tenido que ver la fortuna en tan arduas lides, fiscal, no se desmerezca. Fue sin dudas su capacidad, su temple, lo que garantizó la libertad de tránsito por el territorio belicho, incluida la de los camiones de su señora esposa.
Es destacable que jamás hiciera uso de la chapa judicial para cumplir con el alto deber.
Aclaró en este sentido que, cuando se comunicó con el COE de Belén para que permitieran el paso de los vehículos que llevaban insumos a las minas, no lo hizo como fiscal, sino simplemente como “Jorge”. Un chango sencillo, no como tanto palangana que anda por ahí haciéndose el Strassera.
La ponzoña de sus enemigos se empecina en hablar de “los camiones del fiscal” cuando en realidad son “los camiones de la esposa del fiscal”, diferencia no menor en el caso de esta pareja, tan deconstruida y despojada de prejuicios machistas que no corre para ella eso de los bienes gananciales.
Las penas son de nosotros, los camiones son ajenos.
"Le contaminaron la mente y los corazones a la gente, a las autoridades y al Poder Judicial", se quejó Flores, amargado por la ingratitud, la incomprensión de quienes lo someten al tormento del jury a instancias de “Changacha”.
A la injuria, Flores responde con las dos consignas que orientan su misión: “No pasarán”, firme ante la arremetida ambientalista; “Pasarán”, con no menor energía a favor de los camiones, así pertenezcan a su esposa.
En cualquier caso: "Antimineros go home". ancasti
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